Espiritualidad
El concepto de la espiritualidad desde hace más de 2.000 años se le ha entregado, sin más, exclusivamente a la religión, un ente aparentemente transmisor de la transformación del ser humano. Ella se tomó el control y nosotros de alguna manera se lo otorgamos. La vía que cura fue la moral bajo los principios que la acción debía contener, y ¿cómo lo hacían? A través de mandatos, normas y reglas establecidos y que se seguían por razones de culpa, desesperación o miedo.
Así que la Espiritualidad como ambiente moral se basaba en la virtud, en actuar de cierta o aquella forma para lograr «supuestamente» el ingreso al cielo, o a lo divino, o sencillamente si no se seguía literalmente la regla, se lograría lo contrario; el infierno.
Desde estas bases, y desde generación en generación, hasta ahora, el ser humano ha llegado a una crítica de opuestos entre el pecado y la bondad, entre la culpa y la desidia, entre el bien y el mal. Estamos en el péndulo de lo «bueno» y lo malo y aquí es donde aparece el castigo, creciendo entonces, y creyendo que debíamos ser «buenos mas no malos».
El ser humano se ha considerado tanto tiempo, tan poco, que plantear que es divino o eterno, que es conciencia absoluta o amor absoluto, pareciera un acto de egoísmo sumo porque no se considera capaz de acceder a ciertas verdades del conocimiento del propio amor.
¿A través de esto podemos realmente acercarnos realmente a la espiritualidad? ¿A lo supremo? ¿a lo real? ¿a lo divino? ¿embebernos verdaderamente de la conciencia absoluta?
Pues ya hace más de un siglo que empezaron a presentarse una serie de ideas que mostraban inquietudes en el colectivo humano: EL YO SUPERIOR, TOMAR CONCIENCIA DE SI MISMO, LA BUSQUEDA INTERIOR, cómo abrazarla y cómo explicarla.
Las corrientes que iniciaron esta onda de interés transformador fueron el yoga, el budismo. El zen y otras más, que permitían una renovación, un aire refrescante del pensamiento universal con los que poco a poco están quedando atrás los dogmas, parámetros y rituales para dar paso a estas líneas que empezaron a abrir brechas mostrando formas de ver las cosas del mundo, de la vida y de nosotros mismos. Nos empezaban a mostrar la condición humana desde otra perspectiva de caminar la ruta de la espiritualidad; la notable búsqueda interior.
Nos muestran que la espiritualidad como una condición de ver lo sagrado en cada uno de nosotros, no es un estatus, es una forma de percepción sencilla de las cosas. Es aquella forma de percibir el mundo de forma más natural. La espiritualidad es la forma de percibir sin tensión la vida misma, es una percepción objetiva a un conflicto, es ver la magnitud real y clara de una realidad cotidiana. La espiritualidad es un alto nivel de madurez personal. Para lograr dicha espiritualidad nacen la atención contante, el presente y la comprensión; medios que enarbolan la búsqueda para educar la mente maltratada y caótica.
Aly, la profe
Noviembre 2019