Al compás de una carta, impulso
En días o meses anteriores escribí sobre la acción que desempeño como instructora de Yoga y el énfasis que le otorgué fue que en este momento de mi vida enseñar los lineamientos de Yoga no son el motivo que me lleva a dibujar el trazo como gestadora de fuerza, esperanza y anhelos a través de la conexión que puedan hilar con sus YoSoy
No sé por qué hoy, ya no me siento cómoda con las «clases» anteriores. De repente me he dado cuenta, dentro de mi perspectiva, claro; que el yoga se ha convertido en un objeto armado a punta de una diversidad de factores culturales y voluntades llenas de prejuicios y que debe practicarse para lograr también, numerosos y obligados efectos. De paso sentía que este no era el lineamiento de mi labor funcional como facilitadora.
Construir ha sido el «verbo» que utilizo mucho en este tema de la enseñanza, pues antes de familiarizarme con el manido de este terreno yoguico, ya tenía su vivo acercamiento desde mi juventud. Y en realidad más que un verbo es un pilar en mi vida. Debo confesar, que engendrar chispas toroidales de confianza interior, es de las tareas más arduas como facilitadora y experimentadora de vida y más aún, si está bordeada por el marco de la debilidad.
De manera insólita la estructura completa me llegó de la punta más disidente. Digamos que comencé a darme cuenta del orden, por su final.
Me baso fundamentalmente en dos elementos; el Respeto y la Motivación.
El respeto desde la perspectiva de su significado real y no del cultural y social. El respeto que viene de RESPICERE y significa «atrás» y «specere»: mirar, es decir, mirar hacia atrás; mirar de nuevo e intensamente para reconocer a alguien como valioso en su individualidad. La motivación como el énfasis que se descubre en una persona para satisfacer una necesidad y conocer con ello los factores que determinan sus acciones. En este punto soy bastante rigurosa y clara al momento de extraer la información.
Al «mirar» a cada uno en la práctica grupal, se inicia una activación intuitiva y natural al que dulcemente llamo: «El ojo del Sol». Desde allí y con esa observación apasionada que me caracteriza; pero que además me estimula, logro ver la llave que poseen. La llave que abre puertas y compuertas. La llave que en algunos está dentro y otros está colgada o tirada. A partir de lo que veo y con un poco de astucia creo la confianza suficiente para que el estudiante -solito- abra su puerta y no precisamente para que yo entre y conozca su universo, sino para que él lo advierta, lo perciba, lo distinga y finalmente lo presencie.
Ahora, como analogía puedo decir, que hay personas que ponen sobre la mesa el juego de cartas que no les pertenece, existen otras, que acomodan las cartas con la jugada errada, individuos que por más honestos que deseen ser, tiran sus propias cartas; pero al revés; y finalmente las que le apuestan al juego con las cartas mezcladas -cartas suyas y de otros-. En estos escenarios es cuando precisamente se pierden a sí mismos. No hay verdad, ni existe autenticidad. Viven dentro de un contexto de realidad confusa.
Rápidamente identifico eso y poco a poco llevo a la persona que detalle el juego que ha puesto sobre la mesa. Que reconozca lo que hay, sin prejuicios internos y con libertad. Que se fije en su juego. Juego que nadie lo ha puesto por ella.
Para identificar con exactitud el juego real, observo sus movimientos y la modulación de su voz. En paralelo voy registrando el centro de energía por el cual se derraman carencias y elementos para trabajar; esto lo hago bajo una habilidad de la clarividencia empática. Siento de muchas formas los niveles vibracionales de las emociones. Experimento particularmente lo que viene de su cuerpo.
Un vez dada y registrada la información inicial; en el transcurso de las clases acudo en seguida a dos instrumentos que considero muy valioso a la hora de determinar una frecuencia y es en principio: La Pregunta. Como decía el mejor maestro que he tenido en meditación: «Sí realizas la pregunta correcta, obtendrás la respuesta indicada y puntual». Y el segundo, es el ajuste mínimo a su postura a través del toque físico. Los dos determinan insignias de coherencia de la realidad que ha conformado su Ser en función de su Yo.
Partiendo de toda esta red de comunicación entre el estudiante y yo, esbozo un mi cabeza el proceso EDUCATIVO personal en medio de las clases, que pueden darse en grupo, que en su mayoría de veces lo son, o sencillamente en privado.
El proceso de Educar tiene una connotación muy trascendental dentro de mi instrucción y es que significa, esencialmente, -sacar lo que está dentro-. Tomar y sacar lo mejor y el mejor potencial que tiene una persona para que se pueda expresar y crear una nueva realidad. Guiar al estudiante a darse cuenta del lugar que ocupa en el Universo y su juego de vida.
Y que desde este punto puede iniciar un descubrimiento de sí mismo a partir de cosas que hay a su alrededor tanto del presente, como de su pasado. Le ayudo a buscar caminos, para encontrar el centro, lo invito a indagar, lo impulso a investigar y analizar con la práctica, para que luego así, aprehenda y logre la coherencia dentro de sus 3 aspectos: cuerpo, emoción y mente, es decir, materia, alma y espíritu. Que pueda ver que los 3 deben ir de la mano, como un equipo de 3 mosqueros: «Todos para uno y uno para todos», nunca en separación. De esa manera, les muestro que su desarrollo personal es de ellos y de nadie más.
¿Soy recia en el proceso? Sí. Pero también me declaro muy dulce y consentidora. Les voy dando claves durante su aprendizaje y ¿cómo? Pues preguntado, la mejor de las formas. Preguntar para que expresen y se escuchen. Algo así como: ¿qué crees que pueda significar?, ¿cómo podrías hacerlo? ¿qué te llevo a ello? Y eso es filosofía, la de vida. Muchas veces no doy las respuestas, aunque con seguridad las conozco. Considero que, su desarrollo de aprendizaje está en sus propias respuestas, no en las mías. ¿A dónde los llevaría eso? Inicialmente a no creer y menos en mí. Aunque eso importaría poco. Es importante crear en los estudiantes un sistema de pensamiento sobre sí mismo, aunque si soy honesta, no hay tiempo para pensar en ello. Pero allí en donde entro Yo con mucha fuerza, y la paciencia que se requiere para ello.
Si no fuera rigurosa como facilitadora no podrían pasar por el camino del Dragón, quiero decir, superar sus propias barreras. En este camino, el caballero -La conciencia- se lanza a salvar a su doncella -Inconciencia- para ello tiene que enfrentarse al Dragón la carga emocional y mental cristalizada en el cuerpo, porque todo Ser consciente debe atravesar el camino de las emociones aprendiendo poco a poco gestionarlas.
Por supuesto que en la marcha se develan y revelan cantidad de testimonios y situaciones muy emotivas de todo tipo, que es básicamente lo que hace especial la instrucción y el lugar donde imparto: La privacidad del proceso. Unas personas se van, y la mayoría se quedan. Y su permanencia se debe a no acostumbro a usar frases cliché para promover sus creaciones y potencializar sus dones, no me destaco por ello. Me gusta la franqueza y la expreso para generar una relación limpia y transparente, básica en la ardua tarea como facilitadora.
Aly, la profe
Agosto 2020