La Piel del Miedo

Es habitual escuchar y percibir el enorme temor que contienen las personas en el día a día y en mi trabajo, principalmente. El miedo traducido como una de las más bajas frecuencias de sintonía y como manifestación de dudas y desconfianza, que el ser humano puede experimentar debido a la percepción que tiene de él mismo. El temor etiqueta a las personas de alguna manera, y las hace vulnerables. Por eso lo callan. El ser humano desconoce de por sí, que el miedo es el ente que manipula las acciones, tanto es así, que se abandonan a la inacción y a la ignorancia.

Para conocer el miedo hay que enfrentarlo, mirarlo a la cara con coraje interior; de ninguna manera evitarlo. Detallarlo cuando se observa, incrustar un ojo agudo para ver sus matices más profundos, y verlo con la realidad y la honestidad requerida para un encuentro significativo. Ese encuentro es imperioso y conlleva a darse cuenta, que el miedo es la razón cobarde con la cual las personas cubren sus grandes talentos, habilidades y dones. La permanencia del miedo llena de cenizas sus dones sin darles la menor oportunidad de inhalar el aliento de la creatividad y sobre todo es un indicador para saber cuán lejos están de sí mismos.

Fijando en el temor los ojos muy abiertos durante un período de tiempo, él sólito se desvanece con el humo de la comprensión, porque la comprensión de las cosas no le permite sumergirse en el océano del dolor, ni de la angustia; ella está siempre en un lugar plano y horizontal emitiendo la frecuencia que merece el saber, y es aquí donde el dolor se esfuma como el exhalar de tu boca, sutil y sin sensación.

Para plantar la cara ante el miedo, y fraguar su partida; se precisan métodos no muy gratos que no son bien recibidos por las personas, entre ellos, «la presión«. La presión circunda y rompe los límites existentes que se advierten con el miedo y que una vez roto, se descubre el mundo de adentro, la naturaleza, la verdadera sustancia, que no es nada más que estar DESNUDOS con el alma en la mano y que se percibe como fuerza y ardor.

Al Olimpo humano no le gusta el dolor bajo ninguna circunstancia, ni matiz; le huye como rata despavorida.
Qué paradójico, porque es justo lo que viven a lo largo de los tiempos: sufren con el dolor; el dolor físico y psicológico, y aunque realicen malabares, siempre el dolor los alcanza, porque la vida presiona para fracturar conductas cobijadas por el miedo; conductas como los hábitos, creencias, condicionamientos y qué sé yo, muchas más. La presión que ejerce la vida como método natural de crecimiento es invaluable porque arrastra sin más a la frescura de lo innato.

Me aviva la existencia del método natural. En términos sencillos, la táctica de la presión como herramienta fragua al alma con absoluta integridad y bondad.

¿Cómo se traduce esto?
Vamos a ver, se tiene a la mano una naranja que se corta en dos ¿qué posee, la naranja? Jugo y ese jugo ¿cómo sale? con presión! Si se desea hacerlo de forma cómoda se utilizaría una máquina que ejerciera la presión para que existiera el mínimo esfuerzo a fin de obtener el máximo jugo. ¿Estamos de acuerdo? Pues bien, ese jugo que sale de la naranja ¿qué es? la esencia natural de la naranja, ¿o no? Ese jugo para salir de forma manual conllevó esfuerzo y fuerza con la presión, en el proceso pudieron haber ocurrido mil cosas, mal-formación de la cáscara, el jugo sale con pepas y no se pueden llevar a boca, hay poco jugo, en fin.

El jugo sale y con él su esencia; con pepas y con fibra. Esa esencia es de color amarillo y de sabor ácido o dulce. Sí la naranja no se abre y mucho menos no se oprime, con el tiempo se seca o se amarga, se pudre y se daña; derivando de ello la distorsión de su condición innata.

La naranja al igual que otras frutas comparten espacios en el mundo de las frutas. En un lugar pueden coexistir el kiwi, la manzana, la pera y la fresa; todas ellas contienen su propia esencia y a cada una de ellas se le ejerce una presión desigual para sacar su jugo, su sustancia. Y todas ellas poseen cualidades muy distintas en forma, en sabor, en olor y en textura. Y hasta ahora no he conocido una fruta que emita un sonido de queja o dolor; ella naturalmente entrega su jugo para la labor que le corresponde: nutrir a otro ser. La fruta se deja llevar por el flujo natural de su existencia de principio a fin.

Lo mismo sucede con las personas. Ellas coexisten en el mundo de los seres humanos y hay que presionarlas naturalmente para que emitan su sonido primordial ¿cuál? El que emerge desde su ser, el sonido que se expulsa sin resistir, el sonido resonante que los diferencia de los demás; pero que por el miedo se coarta, se disminuye y lo más importante, se pierde la experiencia de lo que ya son. Todo ello por consecuencia cambia a la degradación natural por la inacción; operando un cambio interior si darse cuenta.

Entonces como facilitadora entendí que, presionar funciona como método de enseñanza porque extrae la sustancia real de mis estudiantes y que, por un tropiezo tonto con el miedo, desechan sus grandes potenciales. La táctica la complemento con un ajuste del movimiento adecuado, con la palabra y tono justo en el momento que corresponda. Para ello me valgo de las habilidades que poseo: La lectura corporal, la percepción, la intuición bien desarrollada, la somatización de la emoción y con la valiosa manera de sortear la vida: el realismo.

Me anima profundamente el hecho de impulsar sus vidas a otro estado de consciencia como perceptores de su propia existencia y transmitirles que desde esa experiencia transformadora se reconoce la libertad de Ser.

Así entonces, no se permitan crear miedo por mucho rato y mucho menos sentirlo y vivirlo. Si ya lo poseen y con él tienen dolor, pues acéptenlo. Vívanlo y aprendan de él. Aprendan de la oportunidad que les brinda el miedo para que cuando se retire, entonces lo que aprendieron quede instalado en ustedes.

No le tengan miedo al dolor, ni al mismo miedo, si es que ello hace parte del fluir de su condición natural. Erradiquen de sus mentes la pereza. Prefieran la acción a la inacción, prefieran la experiencia a la ausencia de ella, porque a lo que sí hay que tenerle miedo es a la ignorancia, eso sí es horrible, el no tener sabiduría y claridad, el no tener comprensión del presente, quema el alma.

Aly, la profe

Febrero 2020